Una nueva investigación dirigida por la Universidad de East Anglia (UEA), en Reino Unido, publicada en 'Nature Climate Change', sugiere que la migración masculina y las malas condiciones de trabajo para las mujeres se combinan con el fracaso institucional o la pobreza para obstaculizar la capacidad de las mujeres para adaptarse a la variabilidad y el cambio climático en Asia y África.
Existe una creciente preocupación por la adaptación sostenible y equitativa en los puntos críticos del cambio climático, lugares donde los cambios climáticos, las estructuras sociales y la sensibilidad de los medios de vida convergen para exacerbar la vulnerabilidad.
Examinar el género dentro de estos debates destaca cómo las circunstancias demográficas, socioeconómicas y agroecológicas se combinan de manera compleja para impactar las experiencias y los resultados del cambio climático en contextos específicos.
Basándose en datos de 25 estudios de caso en puntos de acceso en Asia (India, Nepal, Pakistán, Bangladesh, Tayikistán) y África (Kenia, Ghana, Namibia, Malí, Etiopía, Senegal), el estudio muestra cómo la intervención de mujeres o su capacidad de tomar decisiones significativas y estratégicas contribuye a las respuestas de adaptación.
En el estudio participaron investigadores del Reino Unido, Nepal, India, Pakistán y Sudáfrica. En sus conclusiones argumentan que el estrés ambiental debilita la participación de las mujeres, incluso cuando las estructuras del hogar y las normas sociales son de apoyo o existen los derechos legales.
Esto lleva a estrategias domésticas que imponen mayores responsabilidades y cargas a las mujeres, especialmente a aquellas que son jóvenes, menos educadas y que pertenecen a clases más bajas, o castas y etnias marginales.
Si bien la migración masculina por trabajo contribuye a aumentar los ingresos, el grado de dicho apoyo es incierto e irregular. Enfrentadas con problemas de supervivencia cotidiana, en ausencia de infraestructura y servicios de apoyo las mujeres a menudo trabajan más duro, en condiciones más pobres y por salarios más bajos, en los puntos críticos estudiados, con resultados negativos de bienestar, particularmente en el descuido de su salud y nutrición.
La autora principal, la profesora Nitya Rao, de la Escuela de Desarrollo Internacional de la UEA, explica que, «en cierto sentido, las mujeres tienen voz e intervienen, ya que participan activamente tanto en la producción como en la reproducción, pero esto no contribuye a fortalecer las capacidades de adaptación a largo plazo o su propio bienestar».
Los hallazgos tienen implicaciones para la implementación efectiva de los acuerdos multilaterales, como la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, a través de su Plan de Acción de Género, y los compromisos de adaptación con perspectiva de género como se describe en el Acuerdo de París, junto con el Marco de Sendai para el Riesgo de Desastres Reducción y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Estos acuerdos requieren conocimientos sobre lo que construye la capacidad de adaptación de mujeres y hombres en contextos específicos para apoyar una adaptación sostenible, equitativa y efectiva.
Los autores sugieren que, en primer lugar, la protección social efectiva, como el sistema universal de distribución pública de cereales en la India, o las pensiones y las subvenciones sociales en Namibia, puede contribuir a aliviar las presiones inmediatas sobre la supervivencia, creando cierto margen de maniobra.
En segundo lugar, en lugar de crear competencia entre las personas y los hogares, tales beneficios universales pueden apoyar procesos que fortalezcan la acción colectiva a nivel comunitario. Sin embargo, esto no siempre se puede hacer de forma «barata», ya que se necesitan inversiones para permitir una gestión mejor y más sostenible de los recursos.
Los grupos de autoayuda de mujeres a menudo se presentan como soluciones, sin embargo, se enfrentan a la falta de recursos, habilidades y capacidad para ayudar a sus miembros a enfrentar efectivamente los desafíos que enfrentan.